como una estrella espera el alba,
como un suspiro busca el aire.
todo se alinea, todo resuena
como si cada instante antes de ti
no hubiera sido más
que un preludio de nosotros.
May it be a light to you in dark places, when all other lights go out
Escribo en el puente entre mis 38 y 39. Paso la línea invisible que hace que mi edad, a fines prácticos, sea 40. Pero ¿qué edad tengo? ¿A qué edad se dan las revelaciones? ¿Cuándo llega la mayoría de la gente a saber quién es? De chico me sentí siempre a gusto con grandes: me respondían con información, me hablaban (a veces) en serio y no se sentían habilitados para agredirme si decía algo extraño. De grande me veo cada vez más como un nene con canas. Mi cuerpo sigue siendo torpe, se siente ajeno en la mayoría de los lugares, dudando en ese espacio de otros. Lo que digo sigue descolocando, ignoro lo que la mayoría da por sentado, digo cosas inesperadas, me entusiasmo "como un chico" por lo más pequeño. A pesar de contar con mi diagnóstico, llego tarde a la vida. Llego a lo que soy cuando para la mayoría ya soy viejo. Tengo más miedos, más conocimientos, precauciones, prudencia, cansancio, criterio, cautela. No tengo la audacia de sentirme nuevo. Llego a la mitad de mi vida sin algo genuino mío. Sin embargo, escribo. Disperso, movido por el mar, buscando sin encontrar mucho, hasta ahora. Tener diagnóstico es empezar a a conocer tu lenguaje, a hacer lo que deseamos. Si antes caminé y toqué terreno flojo, hoy, lo que hago me hace.
En este instante soy más viejo que todos mis músicos favoritos cuando hicieron su mejor disco. No puedo volver el tiempo atrás. Si fui un nene demasiado adulto, si soy un tipo todavía inmaduro para los demás, informo de acá en más que el tiempo no importa. Mi cabeza vivió dos o tres vidas en estos 38 años, reduplicando, multiplicando, perdida en espirales de palabras. Tengo 76, 124, 162 años. Todos, nada, ninguno, mi tiempo no es su tiempo. en el parpadeo de un rayo armo sistema, entiendo y aparece algo nuevo. Solo ahora sé quién soy. Todavía puedo pensar, cantar, escribir, contar, hacer. Recién arranco. Tengo, digamos, 25.
Y quiero hacer todo.
Hay un hueco en la red del balcón. Un hilito de tanza desaparecido, la aventura de algún pájaro, el descuido de algún pintor, una puerta diminuta hacia la nada. Un abismo de posibilidades para un gato, apenas una ilusión de libertad para una persona. Un recordatorio sutil: esa red tan frágil te protege a vos y a tus gatos de la amenaza latente de ocho pisos al cemento, borrón y cuenta nueva; tan frágil, como soplar fuerte y de pronto, la red, la vida, un chorrito de agua que se escurre de las manos, se escurre del balcón, se escurre y se seca en el cemento por el sol, un día cualquiera de primavera.
Anna.