A veces pienso en él, busco su perfil en las redes y miro sus últimas publicaciones: ninguna señal, ni una pista. Un par de viñetas con chistes, algunos comentarios aislados de amigos. Pienso en ese último encuentro, en ese último cruce de miradas, en su sonrisa que decía que me conocía, aunque yo no lo conocí en ese momento. Había tenido un día largo y el trabajo apremiaba, cuando me pongo los anteojos para trabajar además parece que soy otra persona, me siento como otra persona, estoy "en el papel", actúo. No reconozco gente. No lo reconocí a él.
Tengo una amiga, Sofía, es enfermera en un hospital. Hace poco nos contó que una ex compañera de la academia ingresó en la guardia, el parte decía intoxicación voluntaria, era la segunda vez. Tiene problemas en su casa, anotó la guardia que la recibió. Sofía no tiene mucha pedagogía psicológica, cuando le tocó atenderla la llamó irresponsable, "tenés una hija de tres años" la retó. Sofía sabe bien lo que es el sufrimiento, lo ve todos los días. Sus ideas son simples: no se debería obligar a vivir a quien no quiere. Es más, hay que dejar que se maten y den sus órganos a los que sí quieren vivir. Las ideas de alguien que ve todos los días cómo algunos intentan aferrarse desesperadamente al hilo de sus vidas sin poder, mientras otros "lo desperdician".
No puedo discutir su argumento.
Hay una publicación, de principio de mes, muchas publicaciones abajo de las últimas. Volví muchas veces a mirar su perfil, no sé qué buscaba. La publicación, un mes antes, era una viñeta sobre la muerte. No tenía ninguna reacción, ningún comentario de nadie. Como si nadie la hubiese visto.
Anna.
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