septiembre 14, 2022

Il dolce far niente

- Me siento culpable. Llevo tres semanas en Roma y lo único que he hecho es aprender unas palabras y comer.

- Te sientes culpable porque eres americana. No sabes cómo divertirte.

- ¿Cómo dices?

- Es cierto. Los americanos saben de entretenimiento pero no de placer.

(...)

- Escuchame, ¿sabes cuál es su problema? Americanos... trabajan demasiado, hasta el límite. Luego vuelven a casa y se pasan el fin de semana frente al televisor.

- Se acerca mucho a la verdad, es cierto.

- Pero no conocen el placer. Tienen que decirles que se lo merecen. Ven un comercial que dice "Tómate esta cerveza" y ustedes dicen "Lo haré; de hecho, compraré un cajón completo"; se lo beben todo y despiertan a la mañana siguiente sintiéndose terribles. Pero a un italiano no tienen que decírselo: se encuentra en el camino un letrero que dice "Te mereces un descanso hoy" y él dice "Sí, lo sé. Por eso pienso tomarme un descanso en la tarde para dirigirme a tu casa... ¡y acostarme con tu esposa!".

- Le llamamos "dolce far niente". Significa "la dulzura de no hacer nada". Somos maestros en eso.





Hay un hueco en la red del balcón. Un hilito de tanza desaparecido, la aventura de algún pájaro, el descuido de algún pintor, una puerta diminuta hacia la nada. Un abismo de posibilidades para un gato, apenas una ilusión de libertad para una persona. Un recordatorio sutil: esa red tan frágil te protege a vos y a tus gatos de la amenaza latente de ocho pisos al cemento, borrón y cuenta nueva; tan frágil, como soplar fuerte y de pronto, la red, la vida, un chorrito de agua que se escurre de las manos, se escurre del balcón, se escurre y se seca en el cemento por el sol, un día cualquiera de primavera. 

Anna.