diciembre 02, 2012

"Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos."


Jorge Luis Borges

noviembre 24, 2012

Maktub

La moneda giró sobre sí misma, desde un instante a penas, toda su vida en un segundo. Mientras giraba, él la miraba desvestirse lentamente como en las películas viejas, la moneda giraba. Las arrugas de la camisa al rededor de sus costillas, había una sombra de delineador que disimulaba las ojeras de muchos días, qué calor que hacía en aquél cuarto, las cosas no eran del todo reales. La miraba desvestirse, lentamente, vivaldi en a menor, no estaba seguro exactamente de qué hora era, o qué día, ella se desvestía, en cámara lenta. Te quiero tener para siempre te voy a sacar una foto, para que (cuando me dejés solo) la vea y te ame, y te odie, y te ame. Monedas que giran. 
¡Ah, maldita!
Había migajas de pan sobre la cama, y vos te deshacías sobre ellas, y vos te deshacías, y vos. Había un camino de sombra que empezaba entre tus cejas y terminaba entre tus piernas, y hormigas dulceras los recorrían ida y vuelta, secuestrando pedazos tuyos. Nadie te entendía. Y esa moneda que giraba sobre tu ombligo contando el tiempo que nos quedaba, vos sabías. ¿Cómo se pinta de colores las películas viejas?
Vos sabías, vos sabías, vos sabías.

¿Cuántos días son, ya? ¿Cuántos años?



Anna.

noviembre 01, 2012

Lección

Paula, ¿usted sabe qué es una oveja?
Sí, una oveja es una nube con paticas.

¿Qué es el gato?
El gato es una gota de tigre.

¿Qué es la gaviota?
La gaviota es un barquito de papel
que aprendió a volar.

¿Si los enamorados vivieran en la luna?
Si los enamorados vivieran en la luna
en noches de tierra llena -cogidos de la mano-
contemplarían el océano azul de nuestro planeta
y lo verían lleno de estrellas de mar.

¿Qué es el silencio?
El silencio son seis cuadras sin guitarra.




Jairo Aníbal Niño

octubre 20, 2012

Y cómo ibas a saber que en ese momento, justo en ese momento en el que te reías, te estaba mirando. Cómo ibas a saber que en el colectivo que pasaba entonces -pasaban tantos colectivos- frente a tu facultad, un par de ojos marrones te buscaban. Cómo ibas a saber que te encontraron y vos te reías.
Cómo ibas a saber que esos mismos ojos, que te contaban entonces los dientes, que se atropellaban para memorizar tu ropa, llamándote de una manera imposible, cómo ibas a saber de esos ojos.

Anna.

octubre 09, 2012

La isla de los sueños

Era un inmenso campamento al aire libre.

De la galera de los magos brotaban lechugas cantoras y ajíes luminosos, y por todas partes había gente ofreciendo sueños en canje. Había quien quería cambiar un sueño de viajes por un sueño de amores, y había quien ofrecía un sueño para reír en trueque por un sueño para llorar un llanto bien gustoso.

Un señor andaba por ahí buscando los pedacitos de un sueño, desbaratado por culpa de alguien que se lo había llevado por delante: el señor iba recogiendo los pedacitos y los pegaba y con ellos hacía un estandarte de colores.

El aguatero de los sueños llevaba a agua a quienes sentían sed mientras dormían. Llevaba el agua a la espalda, en una vasija, y la brindaba en altas copas.

Sobre una torre había una mujer, de túnica blanca, peinándose la cabellera, que le llegaba a los pies. El peine desprendía sueños, con todos sus personajes: Los sueños salían del pelo y se iban al aire.


Eduardo Galeano

septiembre 27, 2012

Cada día se nos resquebraja un poco más la piel de las manos, el mundo se va haciendo más chiquito, el tiempo pasa cada vez más rápido. Cada noche, cuando nos vamos a dormir, escondemos debajo de la almohada tantas pequeñas derrotas, tantas.
Hoy se me rompió un plato,
la porcelana me cortó el dedo
con el que hago el mi en la guitarra.
A veces diera la impresión de que en realidad el universo está complotado contra nosotros, y nos pone a prueba, amor. "¡Cosa'e diablo!" diría mi vieja. Ya van siendo tantos años...
La canción se moría entonces
aturdida por una nota que faltaba
se moría al mismo tiempo
que vos y que yo y que una polilla
que desesperada aleteaba              dentro de un charco, en el patio
dando todo,
pero muriéndose
al fin y al cabo
mojándose las alas
para siempre.


Anna.

septiembre 25, 2012

Noche

Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa.
¡Qué sé yo! Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos,
decir "buenas noches" a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia tropezaría
con piedras al azar, como se hace.

Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma.
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!

Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
¡Tanta vida, Señor!
¿Para qué tanta vida?




Alejandra Pizarnik 
La última inocencia (1956)

septiembre 14, 2012

“I sometimes longed for someone who, like me, had not adjusted perfectly with his age, and such a person was hard to find; but I soon discovered cats, in which I could imagine a condition like mine, and books, where I found it quite often.”



Julio Cortázar
Around the Day in Eighty Worlds

septiembre 12, 2012

Experimento

¿Y si nos despertáramos un día, hace un siglo? ¿Y si nos despertáramos y de pronto no hubiera corriente eléctrica, no hubiera internet, no hubiera televisores?

¿Y si el mundo despertara un día, sus engranajes paralizados, mutilados, inutilizados?

La gente tendría que salir a las calles para saber qué está pasando. Tendrían que hablarse. Preguntarse.

Los mensajes correrían de boca en boca, se pedirían favores prestados.

La tinta mancharía los papeles amarillos, las paredes. Correrían palabras sueltas por las calles, se descarrilarían las agendas, los relojes, las cajas registradoras.

La gente se arrojaría de los edificios, enloquecerían todos de aburrimiento.

El mundo se detendría.

Y en algún lugar, algún viejito se sentaría en su balcón a mirar las flores de los lapachos, oliendo en el aire un perfume olvidado y conocido, un recuerdo. Y quizás algún nieto desorientado se siente a sus pies y también vea las flores. Y descubra las flores. Y quizás luego se le sumaría un hermano, o una tía. Y quizás una familia descubra otra forma de hacer girar al mundo y lo compartiera con otras familias. Y quizás entonces en una ciudad amanecería primavera.

Quizás te hartarías de estar en tu cama boca arriba y te decidieras por abrir las ventanas; y te decidieras tocar de nuevo el violín; y te decidieras salir a la calle, correr por la calle, arrojarte al piso, oler el piso, lastimarte. Quizá decidieras mirar al cielo y encontrar estrellas nuevas. Quizá llegaras accidentalmente hasta mi casa, herido, sucio, malgastado; quizá llegaras accidentalmente con palabras escapándose de tu boca, con besos transpirados.

Y quizá
yo también
tendría las ventanas
abiertas.

Anna.

agosto 09, 2012

Tristeza del cronopio

A la salida del Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj. Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas [que remonta Corrientes a las once y veinte y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto. Meditación del cronopio: «Es tarde, pero menos tarde
                                                                              [para mí que para los famas,

para los famas es cinco minutos más tarde, llegarán a sus casas más tarde, se acostarán más tarde. Yo tengo un reloj con menos vida, con menos casa

                                                                              [y menos acostarme,

yo soy un cronopio desdichado y húmedo.» Mientras toma café en el Richmond de Florida, moja él cronopio una tostada con sus lágrimas

                                                                              [naturales.




Julio Cortázar
Historias de cronopios y famas

junio 15, 2012

Si la describes de arriba abajo, es una luna
sobre una rama,
sobre un montón de arena.

Si la miras de abajo arriba, es un montón de arena,
sobre la cual se yergue una rama
sobre la que luce una luna entre las tinieblas.


Hazim al-Qartachanni

junio 04, 2012

Señales de tránsito

Reuní un congreso de hormigas putas para que masticaran las hojas de tu recuerdo. Te borré de las paredes, del techo, del aire. Dediqué días y noches a borrarte. Lijé maderas, sombras y sábanas. Borré tu culo de las sillas. Hice un trabajo de borradería tan bueno que, si algún día volvés, cuando trates de hablar, verás que tenés borradas la lengua y las palabras.


José Sbarra
Del libro Plástico Cruel

mayo 19, 2012

Los pro y los contra de hacer dedo

Otoño. Que sea otoño. Que sea otoño y que llueva. Mucho. Que haya leños ardiendo en un brasero. Y un gato. Que haya un gato y que sea negro y que mire de amarillo y que se enrosque y que nos enseñe un poco a vivir. Pero por sobre todas las cosas que sea otoño. Que le falte un vidrio a la ventana. Que entren por ese hueco la lluvia y el frío. Que tengas ganas de besarme. Muchas ganas. Que un hombre te espere en otra parte. Que sea otra vez otoño. Otoño y Que llueva. Y que no vayas. Que te quedes conmigo. Que sea otoño otra vez y que te quedes.

José Sbarra
¿Alguien habrá acercado su mejilla
a una almohada usada por mí para recordar
el roce de mi piel?

¿Alguien habrá permanecido despierto
...hasta la alta noche
para seguir amando con su mirada
mi egoísmo dormido?

¿Alguien habrá caminado por una calle desierta
de un país lejano murmurando mi nombre
llamándome?

¿Alguien habrá serenado su corazón
apretando contra su rostro
pequeñas ropas mías?

¿Alguien habrá preferido mi muerte
antes que verme
en brazos de otra persona?

¿Alguien habrá gozado
entrando al baño después de mí,
con el vapor,
la temperatura y los perfumes
de mi intimidad?

¿Alguien habrá deseado caer en el sueño
con mi sexo anclado en su cuerpo?

¿O solamente yo
amé de esa manera?


José Sbarra
de El Libro del Mal Amor

abril 25, 2012

Cantar de los Cantares (fragmento)

¡Qué lindos son tus pies en las sandalias,
oh, hija de príncipe!

Las curvas de tus caderas son como collares,
obra de manos de artista.

Tu ombligo es un ánfora redonda,
donde no falta el vino.

Tu vientre, un montón de trigo,
cercado de lirios.

Tus dos pechos, cual dos crías mellizas de gacela.

Tu cuello, como torre de marfil.

Tus ojos, las piscinas de Jesbón, junto a la puerta de Bat Rabbim.

Tu nariz, como la torre del Líbano,
centinela que mira hacia Damasco.

Tu cabeza sobre ti, como el Carmelo,
y tu melena, como la púrpura;
¡un rey en esas trenzas está preso!

¡Qué bella eres, qué encantadora,
oh amor, oh delicias!

Tu talle se parece a la palmera,
tus pechos, a los racimos.

Me dije: Subiré a la palmera,
recogeré sus frutos.

¡Sean tus pechos como racimos de uvas,
el perfume de tu aliento como el de las manzanas,
tu paladar como vino generoso!

Él va derecho hacia mi amado,
como fluye en los labios de los que dormitan.

Yo soy para mi amado,
y hacia mí tiende su deseo.

¡Oh, ven, amado mío, salgamos al campo!
Pasaremos la noche en las aldeas.
De mañana iremos a las viñas;
veremos si la vid está en cierne, si las yemas se abren,
y si florecen los granados.

Allí te entregaré el don de mis amores.

Las mandrágoras exhalan su fragancia.

A nuestras puertas hay toda suerte de frutos exquisitos.

Los nuevos, igual que los añejos, los he guardado, amado mío, para ti.



Poema 7, Cantar de los Cantares

abril 21, 2012

Lección Inaugural (fragmento)

(...) La "inocencia" moderna habla del poder como si fuera uno: de un lado los que lo poseen, del otro los que no lo tienen; habíamos creído que el poder era un objeto ejemplarmente político, y ahora creemos que es también un objeto ideológico, que se infiltra hasta allí donde no se lo percibe a primera vista —en las instituciones, en las enseñanzas—, pero que en suma es siempre uno. Pero ¿y si el poder fuera plural, como los demonios? "Mi nombre es Legión", podría decir: por doquier y en todos los rincones, jefes, aparatos, masivos o minúsculos, grupos de opresión o de presión; por doquier voces "autorizadas", que se autorizan para hacer escuchar el discurso de todo poder: el discurso de la arrogancia. Adivinamos entonces que el poder está presente en los más finos mecanismos del intercambio social: no sólo en el Estado, las clases, los grupos, sino también en las modas, las opiniones corrientes, los espectáculos, los juegos, los deportes, las informaciones, las relaciones familiares y privadas, y hasta en los accesos liberadores que tratan de impugnarlo: llamo discurso de poder a todo discurso que engendra la falta, y por ende la culpabilidad del que lo recibe. Algunos esperan de nosotros, intelectuales, que actuemos en toda ocasión contra el Poder; pero nuestra verdadera guerra está en otra parte; está contra los poderes, no se trata de un combate fácil porque, plural en el espacio social, el poder es, simétricamente, perpetuo en el tiempo histórico: expulsado, extenuado aquí, reaparece allá; jamás perece: hecha una revolución para destruirlo, prontamente va a revivir y a rebrotar en el nuevo estado de cosas. La razón de esta resistencia y de esta ubicuidad es que el poder es el parásito de un organismo transocial, ligado a la entera historia del hombre, y no solamente a su historia política, histórica. Aquel objeto en el que se inscribe el poder desde toda la eternidad humana es el lenguaje o, para ser más precisos, su expresión obligada: la lengua.

El lenguaje es una legislación, la lengua es su código. No vemos el poder que hay en la lengua porque olvidamos que toda lengua es una clasificación, y que toda clasificación es opresiva: ordo quiere decir a la vez repartición y conminación. Como Jakobson lo ha demostrado, un idioma se define menos por lo que permite decir que por lo que obliga a decir. En nuestra lengua francesa (y se trata de ejemplos groseros) estoy obligado a ponerme primero como sujeto antes de enunciar la acción que no será sino mi atributo; lo que hago no es más que la consecuencia y la consecución de lo que soy; de la misma manera, estoy siempre obligado a elegir entre el masculino y el femenino, y me son prohibidos lo neutro o lo complejo; igualmente estoy obligado a marcar mi relación con el otro mediante el recurso ya sea al tú o al usted: se me niega la suspensión afectiva o social. Así, por su estructura misma, la lengua implica una fatal relación de alienación. Hablar, y con más razón discurrir, no es como se repite demasiado a menudo comunicar sino sujetar; toda la lengua es una acción rectora generalizada.

Citaré unas palabras de Renán: "El francés, señoras y señores —decía en una conferencia—, jamás será la lengua del absurdo, y tampoco será una lengua reaccionaria. No puedo imaginar una reacción seria que tenga por órgano al francés." Y bien, a su manera, Renán era perspicaz; adivinaba que la lengua no se agota en el mensaje que engendra; que puede sobrevivir a ese mensaje y hacer que en él se oiga, con una resonancia a veces terrible, algo diferente a lo que dice, sobreimprimiendo a la voz consciente y razonable del sujeto la voz dominadora, testaruda, implacable de la estructura, es decir, de la especie en tanto que ella habla. El error de Renán era histórico, no estructural; creía que la lengua francesa, formada —pensaba él— por la razón, obligaba a la expresión de una razón política que, en su espíritu, no podía ser sino democrática. Pero la lengua, como ejecución de todo lenguaje, no es ni reaccionaria ni progresista, es simplemente fascista, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir.

Desde que es proferida, así fuere en la más profunda intimidad del sujeto, la lengua ingresa al servicio de un poder. En ella, ineludiblemente, se dibujan dos rúbricas: la autoridad de la aserción, la gregariedad de la repetición. Por una parte, la lengua es inmediatamente asertiva: la negación, la duda, la posibilidad, la suspensión del juicio, requieren unos operadores particulares que son a su vez retomados en un juego de máscaras de lenguaje; lo que los lingüistas llaman la modalidad no es nunca más que el suplemento de la lengua, eso con lo cual, como en una súplica, trato de doblegar su implacable poder de comprobación. Por otra parte, los signos de que está hecha la lengua sólo existen en la medida en que son reconocidos, es decir, en la medida en que se repiten; el signo es seguidista, gregario. En cada signo duerme este monstruo: un estereotipo; nunca puedo hablar más que recogiendo lo que se arrastra en la lengua. A partir del momento en que enuncio algo, esas dos rúbricas se reúnen en mi, soy simultáneamente amo y esclavo: no me conformo con repetir lo que se ha dicho, con alojarme confortablemente en la servidumbre de los signos: yo digo, afirmo, confirmo lo que repito.

En la lengua, pues, servilismo y poder se confunden ineluctablemente. Si se llama libertad no sólo a la capacidad de sustraerse al poder, sino también y sobre todo a la de no someter a nadie, entonces no puede haber libertad sino fuera del lenguaje. Desgraciadamente, el lenguaje humano no tiene exterior: es un a puertas cerradas. Sólo se puede salir de él al precio de lo imposible: por la singularidad mística, según la describió Kierkegaard cuando definió el sacrificio de Abraham como un acto inaudito, vaciado de toda palabra incluso interior, dirigido contra la generalidad, la gregariedad, la moralidad del lenguaje; o también por el amén nietzscheano, que es como una sacudida jubilosa asestada al servilismo de la lengua, a eso que Deleuze llama su manto reactivo. Pero a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe ni superhombres, sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la lengua, hacerle trampas a la lengua. A esta fullería saludable, a esta esquiva y magnifica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi parte yo la llamo: literatura.



Roland Barthes.

marzo 20, 2012

Hoy me acordé de cuando contábamos semillas en la casa de tu abuela. Tu voz ronca de contar, el negro duro de las semillitas. Mil y tres semillas. O tal vez mil y cuatro. Tal vez no eran mil, después de todo.

Ahora cuando pienso en vos y te sé lejos, me parece que mi vida entera es como aquella vez: contar semillas, perder la cuenta, empezar de nuevo.

http://absent-minded-idiot.deviantart.com/

Anna.

febrero 04, 2012

Bajo una pequeña estrella

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.



















Wislawa Szymborska 

Traducción de Abel A. Murcia

enero 30, 2012

La boca

Boca que arrastra mi boca: 
boca que me has arrastrado: 
boca que vienes de lejos 
a iluminarme de rayos. 

Alba que das a mis noches 
un resplandor rojo y blanco. 
Boca poblada de bocas: 
pájaro lleno de pájaros. 

Canción que vuelve las alas 
hacia arriba y hacia abajo. 

Muerte reducida a besos, 
a sed de morir despacio, 
das a la grama sangrante 
dos fúlgidos aletazos. 

El labio de arriba el cielo 
y la tierra el otro labio. 

Beso que rueda en la sombra: 
beso que viene rodando 
desde el primer cementerio 
hasta los últimos astros. 

Astro que tiene tu boca 
enmudecido y cerrado 
hasta que un roce celeste 
hace que vibren sus párpados. 

Beso que va a un porvenir 
de muchachas y muchachos, 
que no dejarán desiertos 
ni las calles ni los campos. 

¡Cuánta boca enterrada, 
sin boca, desenterramos! 

Beso en tu boca por ellos, 
brindo en tu boca por tantos 
que cayeron sobre el vino 
de los amorosos vasos. 

Hoy son recuerdos, recuerdos, 
besos distantes y amargos. 

Hundo en tu boca mi vida, 
oigo rumores de espacios, 
y el infinito parece 
que sobre mí se ha volcado. 

He de volverte a besar, 
he de volver, hundo, caigo, 
mientras descienden los siglos 
hacia los hondos barrancos 
como una febril nevada 
de besos y enamorados. 

Boca que desenterraste 
el amanecer más claro 
con tu lengua. Tres palabras, 
tres fuegos has heredado: 
vida, muerte, amor. Ahí quedan 
escritos sobre tus labios.


Miguel Hernández

enero 11, 2012

El perro cojo

Con una pata colgando,
despojo de una pedrada,
pasó el perro por mi lado,
un perro de pobre casta.
Uno de esos callejeros,
pobres de sangre y estampa.
Nacen en cualquier rincón,
de perras tristes y flacas,
destinados a comer
basuras de plaza en plaza.

Cuando pequeños, qué finos
y ágiles son en la infancia,
baloncitos de peluche,
tibios borlones de lana,
los miman, los acurrucan,
los sacan al sol, les cantan.
Cuando mayores, al tiempo
que ven que se fue la gracia,
los dejan a su ventura,
mendigos de casa en casa,
sus hambres por los rincones
y su sed sobre las charcas.

Qué tristes ojos que tienen,
que recóndita mirada
como si en ella pusieran
su dolor a media asta.
Y se mueren de tristeza
a la sombra de una tapia,
si es que un lazo no les da
una muerte anticipada.

Yo le llamo: psss, psss, psss.
Todo orejas asustadas,
todo hociquito curioso,
todo sed, hambre y nostalgia,
el perro escucha mi voz,
olfatea mis palabras
como esperando o temiendo
pan, caricias... o pedradas,
no en vano lleva marcado
un mal recuerdo en su pata.
Lo vuelvo a llamar: psss, psss.
Dócil a medias avanza
moviendo el rabo con miedo
y las orejitas gachas.

Chasco los dedos; le digo:
"ven aquí, no te hago nada,
vamos, vamos, ven aquí".
Y adiós la desconfianza.
Que ya se tiende a mis pies,
a tiernos aullidos habla,
ladra para hablar más fuerte,
salta, gira; gira, salta;
llora, ríe; ríe, llora;
lengua, orejas, ojos, patas
y el rabo es un incansable
abanico de palabras.

Es su alegría tan grande
que más que hablarme, me canta.
"¿Qué piedra te dejó cojo?
Sí, sí, sí, malhaya".
El perro me entiende; sabe
que maldigo la pedrada,
aquella pedrada dura
que le destrozó la pata
y él, con el rabo, me dice
que me agradece la lástima.
"Pero tú no te preocupes,
ya no ha de faltarte nada.
Yo también soy callejero,
aunque de distintas plazas
y a patita coja y triste
voy de jornada en jornada.
Las piedras que me tiraron
me dejaron coja el alma.

Entre basuras de tierra
tengo mi pan y mi almohada.
Vamos, pues, perrito mío,
vamos, anda que te anda,
con nuestra cojera a cuestas,
con nuestra tristeza en andas,
yo por mis calles oscuras,
tú por tus calles calladas,
tú la pedrada en el cuerpo,
yo la pedrada en el alma
y cuando mueras, amigo,
yo te enterraré en mi casa
bajo un letrero: «aquí yace
un amigo de mi infancia».

Y en el cielo de los perros,
pan tierno y carne mechada,
te regalará San Roque
una muleta de plata.
Compañeros, si los hay,
amigos donde los haya,
mi perro y yo por la vida:
pan pobre, rica compaña.

...

Era joven y era viejo;
por más que yo lo cuidaba,
el tiempo malo pasado
lo dejó medio sin alma.
Y fueron muchas las hambres,
mucho peso en sus tres patas
y una mañana, en el huerto,
debajo de mi ventana,
lo encontré tendido, frío,
como una piedra mojada,
un duro musgo de pelo,
con el rocío brillaba.

Ya estaba mi pobre perro
muerto de las cuatro patas.
Hacia el cielo de los perros
se fue, anda que te anda,
las orejas de relente
y el hociquillo de escarcha.
Portero y dueño del cielo
San Roque en la puerta estaba:
ortopédico de mimos,
cirujano de palabras,
bien surtido de intercambios
con que curar viejas taras.

"Para ti... un rabo de oro;
para ti... un ojo de ámbar;
tú... tus orejas de nieve;
tú... tus colmillos de escarcha.
Y tú, —mi perro reía—,
tú... tu muleta de plata".

Ahora ya sé por qué está
la noche agujereada:
¿Estrellas... luceros...? No,
es mi perro cuando anda...
con la muleta va haciendo
agujeritos de plata.


Manuel Benitez Carrasco