La ciudad se estaba destiñendo, como se destiñen las fotos con los años. A medida que pasaba el tiempo, todo se iba haciendo más blanco y negro; pero ella, que estaba encantada con aquél país de su memoria, no se daba cuenta, mientras se iba convirtiendo en el recuerdo de un recuerdo.
Anna.
diciembre 19, 2010
diciembre 12, 2010
noviembre 24, 2010
Porqué será que perdonar es tan difícil.
Perdonar al paso del tiempo.
Perdonar a los cambios.
Perdonar al paso del tiempo.
Perdonar a los cambios.
Perdonarse a uno mismo.
Mientras camina arrastrando los pies, le parece que no es ella la que mueve su cuerpo, tan cansada está. Mientras espera el taxi, dice la dirección y sus ojos se empañan en el vidrio, desea con todas sus fuerzas no ser ella. Mientras baja, paga con muchos billetes chiquitos y huye, del taxista y su cara de domingo por la tarde, de la calle y su falso muchas gracias, de la lluvia que ya empieza a caer sin permiso, desea no ser ella. Desea, lo anhela tan, tan fuerte que le duele, y aún así, sigue sintiendo sus pies cansados, sus ojos empañados. Se sigue sintiendo ella.
Recorre los pocos metros todavía secos de cemento gris que la separan de la puerta, e intenta abrirla sin darse cuenta de que está todavía cerrada. Mete la mano en el bolso, tantea el metal frío de las llaves, elige la indicada y trae a su cerebro el procedimiento adecuado para abrir una puerta. La abre.
Mientras camina arrastrando los pies, le parece que no es ella la que mueve su cuerpo, tan cansada está. Mientras espera el taxi, dice la dirección y sus ojos se empañan en el vidrio, desea con todas sus fuerzas no ser ella. Mientras baja, paga con muchos billetes chiquitos y huye, del taxista y su cara de domingo por la tarde, de la calle y su falso muchas gracias, de la lluvia que ya empieza a caer sin permiso, desea no ser ella. Desea, lo anhela tan, tan fuerte que le duele, y aún así, sigue sintiendo sus pies cansados, sus ojos empañados. Se sigue sintiendo ella.
Recorre los pocos metros todavía secos de cemento gris que la separan de la puerta, e intenta abrirla sin darse cuenta de que está todavía cerrada. Mete la mano en el bolso, tantea el metal frío de las llaves, elige la indicada y trae a su cerebro el procedimiento adecuado para abrir una puerta. La abre.
Adentro está oscuro y vacío. Nadie que diga "bienvenida a casa", nadie esperando con la mesa puesta y la radio prendida. Nadie que la espere.
Y ella desea con todas sus fuerzas no ser ella.
Perdonarse
a
uno
Y ella desea con todas sus fuerzas no ser ella.
Perdonarse
a
uno
noviembre 21, 2010
noviembre 18, 2010
noviembre 17, 2010
noviembre 15, 2010
- That whole Jesus thing, it's really interesting.
- It's not interesting. It's scary! It's nailing holes through your hands. It's 'cause we're all vile sinners. God made Jesus die.
- You really think that's true?
- It's in the Bible.
- You have to believe it, and you hate it. I don't have to believe it, and I think it's beautiful.
- You gotta believe the Bible, Leslie.
- Why?
- 'Cause if you don't believe in the Bible, God will damn you to hell when you die.
- Wow, May Belle. Where'd you hear that?
- That's right, huh, Jess? God damns you to hell if you don't believe in the Bible.
- Well, I don't think so. I seriously do not think God goes around damning people to hell.
- It's not interesting. It's scary! It's nailing holes through your hands. It's 'cause we're all vile sinners. God made Jesus die.
- You really think that's true?
- It's in the Bible.
- You have to believe it, and you hate it. I don't have to believe it, and I think it's beautiful.
- You gotta believe the Bible, Leslie.
- Why?
- 'Cause if you don't believe in the Bible, God will damn you to hell when you die.
- Wow, May Belle. Where'd you hear that?
- That's right, huh, Jess? God damns you to hell if you don't believe in the Bible.
- Well, I don't think so. I seriously do not think God goes around damning people to hell.
From "Bridge to Terabithia".
noviembre 13, 2010
"Escribir novelas largas es básicamente una labor física. Tal vez el hecho de escribir sea, en sí mismo, una labor intelectual. Pero terminar de escribir un libro se parece más al trabajo físico (…) Tal vez piensen que, con tal de tener la fuerza suficiente para poder levantar la taza del café, se pueden escribir novelas. Pero, si probaran de veras a hacerlo, estoy seguro de que enseguida me comprenderían y se darían cuenta de que escribir novelas no es un trabajo tan apacible (…). Aunque realmente el cuerpo no se mueva, en su interior está desarrollándose una frenética actividad que lo deja extenuado. La que piensa es la cabeza, la mente. Pero los novelistas, envueltos en el ropaje de nuestras historias, pensamos con todo el cuerpo".
Haruki Murakami
octubre 19, 2010
Wish you were here
We're just two lost souls
Swimming in a fish bowl,
Year after year,
Running over the same old ground.
What have we found
The same old fears.
Wish you were here
Year after year,
Running over the same old ground.
What have we found
The same old fears.
Wish you were here
Pink Floyd
octubre 10, 2010
...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
Gabriel García Márquez
septiembre 29, 2010
Instantes
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
Jorge Luis Borges
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
Jorge Luis Borges
febrero 17, 2010
MI hermana
Bajé las escaleras corriendo, intentando no llorar, limpiándome las lágrimas antes de que cayeran, para evitar que se corriera el maquillaje. Para que nadie se diera cuenta.
Bajé las escaleras corriendo, sin esperar encontrarme a nadie, pero ahí estaba ella, con su vestido rosa, parecía una frutilla escapada de alguna torta de cumpleaños. Me sorprendí y me tragué el llanto, aunque ella ya se había dado cuenta de que algo pasaba.
No me preguntó. No solía hacerlo. Me agarró una mano como si cualquier cosa y nos fuimos al patio, lejos de la música de la fiesta. Me puse a mirar el cielo; había un montón de estrellas y el vestido de frutilla parecía ahora una mora violeta. Intenté concentrarme en algo de eso, huyendo con la cabeza a algún lugar lejos, donde mi cuerpo no podía ir.
- Si mirás tanto para arriba se te va a acalambrar el cuello. –me dijo, y se sentó en un banco a un costado. Yo también me senté.
- ¿Está aburrida la reunión? –pregunté como para hablar de algo.
- Sí –me contestó muy bajito. Entonces la miré de reojo, prestando más atención, y pensé que ella también había estado llorando.
- ¿Ha pasado algo? –volví a preguntar. Ella sabía que yo sabía-. ¿Se pelearon?
No contestó, ni me miró tampoco. Suspiré y le pasé un brazo sobre el hombro para abrazarla, no dijimos más nada y nos quedamos un rato así.
- ¿Y si nos vamos a la casa? –se me ocurrió después de un rato-. Tengo helado. Y galletas. Y Moulin Rouge.
- Me parece un buen plan –aceptó ella, aunque igual me pareció que de nuevo iba a llorar. Entonces me paré rápido y le quise ofrecer las manos para ayudarla a ella a hacer lo mismo. No me hizo mucho caso, se levantó sola, sin mi ayuda, del banco; me miró con cara de pocos amigos y a mi me dio por reírme.
- Tonta.
Ella llegó a sonreír. Nos metimos juntas de nuevo a la casa, esquivando el salón donde estaba la gente, por suerte los abrigos habían quedado en el recibidor. Ya habría tiempo después de disculparnos por irnos sin saludar.
Anna.
Bajé las escaleras corriendo, sin esperar encontrarme a nadie, pero ahí estaba ella, con su vestido rosa, parecía una frutilla escapada de alguna torta de cumpleaños. Me sorprendí y me tragué el llanto, aunque ella ya se había dado cuenta de que algo pasaba.
No me preguntó. No solía hacerlo. Me agarró una mano como si cualquier cosa y nos fuimos al patio, lejos de la música de la fiesta. Me puse a mirar el cielo; había un montón de estrellas y el vestido de frutilla parecía ahora una mora violeta. Intenté concentrarme en algo de eso, huyendo con la cabeza a algún lugar lejos, donde mi cuerpo no podía ir.
- Si mirás tanto para arriba se te va a acalambrar el cuello. –me dijo, y se sentó en un banco a un costado. Yo también me senté.
- ¿Está aburrida la reunión? –pregunté como para hablar de algo.
- Sí –me contestó muy bajito. Entonces la miré de reojo, prestando más atención, y pensé que ella también había estado llorando.
- ¿Ha pasado algo? –volví a preguntar. Ella sabía que yo sabía-. ¿Se pelearon?
No contestó, ni me miró tampoco. Suspiré y le pasé un brazo sobre el hombro para abrazarla, no dijimos más nada y nos quedamos un rato así.
- ¿Y si nos vamos a la casa? –se me ocurrió después de un rato-. Tengo helado. Y galletas. Y Moulin Rouge.
- Me parece un buen plan –aceptó ella, aunque igual me pareció que de nuevo iba a llorar. Entonces me paré rápido y le quise ofrecer las manos para ayudarla a ella a hacer lo mismo. No me hizo mucho caso, se levantó sola, sin mi ayuda, del banco; me miró con cara de pocos amigos y a mi me dio por reírme.
- Tonta.
Ella llegó a sonreír. Nos metimos juntas de nuevo a la casa, esquivando el salón donde estaba la gente, por suerte los abrigos habían quedado en el recibidor. Ya habría tiempo después de disculparnos por irnos sin saludar.
Anna.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)